domingo, 16 de enero de 2011

Comunión y perspectiva


El domingo pasado tuvimos la oportunidad de escuchar un buen sermón de parte de nuestra pastora, basado en el versículo 10 del capítulo 4 de 1 Crónicas: “Invocó Jabes al Dios de Israel diciendo: «Te ruego que me des tu bendición, que ensanches mi territorio, que tu mano esté conmigo y que me libres del mal, para que no me dañe». Y le otorgó Dios lo que pidió”.
Me impacto tanto que he estado meditando y haciendo mía la oración todos estos días.  Sin embargo, hay una frase en esta petición que me ha inquietado: que me libres del mal, para que no me dañe.  Y le otorgo Dios lo que pidió.
Qué significa esto, acaso significa que Jabes nunca, nunca, experimento estrés, sufrimiento, problemas de relaciones, problemas financieros, traición de parte de amigos o seres queridos, dolores de cabeza con sus hijos, enfermedades…  Bueno el texto no nos dice nada más acerca de Jabes como para decir categóricamente que así fue o no fue.
Lo cierto es que la Biblia está plagada de ejemplos de grandes siervos de Dios, de hombres que gozaron de la presencia de Dios, de personas que agradaron a Dios, pero que de igual manera tuvieron su cuota de cosas malas.  A esto podemos sumar nuestra propia experiencia: a pesar de amar a Dios y entregarle nuestra vida, tenemos paralelamente a la bendición, también el sufrimiento. (Véase Lamentaciones 3.1-24)
Es por eso que pienso que esa frase, librarse del mal, significa que este no dañara mi fe, mi convicción, ni mi relación con Dios.  No significa que estaré exento de dolor y sufrimiento.
El pasaje tampoco nos dice cómo opera esto en el día a día de nuestras vidas… cómo nos libramos del mal para que no nos dañe… para que no dañe nuestra fe y relación con Dios.
Estoy convencido que esto solo es posible a través de la comunión con Dios.  Comunión con Dios significa convivir con Dios, y sabemos que gran parte del convivir con alguien comprende el diálogo, la conversación.  Es en esta comunión o conversación en donde yo le encuentro sentido al concepto de adoración.  La adoración tal como la entiendo no es un acto en el que me desconecto de mi todo lo que acompaña mi ser, mi estar, para dedicarme a cantar un himno o corito, leer algo de la Biblia, orar y ofrendar, ya sea en culto o en lo privado. 
La adoración es un acto en el que me acerco a Dios, con todo lo que soy y estoy viviendo, para reconocer que solo El tiene la respuesta que busco.  Voy a Dios para tener comunión con El, sin ocultar todo lo que soy, lo que pienso, lo que me aterra, lo que me hace feliz, lo que me preocupa, lo que me frustra, lo que no entiendo de su proceder, de sus designios, de su voluntad.
En esta comunión hago uso de la oración no como un medio para la petición, sino para la comunión.  Es esta clase de comunión la que pone en correcta perspectiva todas las cosas, y me da las fuerzas para seguir creyendo a pesar de todo aquello que mis sentidos capturan como la verdad.
En Isaías 6, encuentro un maravilloso ejemplo de lo que significa esta adoración.
El profeta parte de su difícil situación y busca a Dios en adoración, si vemos con cuidado el profeta no ingresa al templo y hace una oración, no pide nada.  Creo que mayormente el profeta ingresa al templo en busca de comunión con Dios, porque sabe que en ella encontrara el confort o las respuestas que busca.
La muerte (742-736 AC) del rey Uzias (792-742 AC) trajo mucho estrés a la vida de Isaías y del pueblo en general. Durante este reinado habían gozado de relativa paz, pero la muerte del rey no pudo haber llegado en peor momento, puesto que las naciones enemigas amenazaban con atacar.
Cuáles serian los sentimientos de Isaías y del pueblo:  el rey ha muerto, estamos solos, desprotegidos, el caos reinará, el futuro es incierto.  Pero luego de estar en comunión con Dios, la perspectiva de Isaías cambia, y cambia porque ahora obtiene la perspectiva del mismo Dios:
1. Dios no ha claudicado al trono, El sigue sentado en él, y el alcance de su reinado es infinito, lo alcanza todo (v.1).  Muy a menudo olvidamos quién está a cargo, en control de todo cuanto pasa en el universo.  Las grandes tragedias de este mundo nos hacen dudar del reinado de Dios, sin embargo, él no ha dejado este mundo a la deriva, sino que lo lleva a sus destino, al destino de su designio.
2. Dios es santo (se usa el superlativo hebreo repitiendo la palabra santo tres veces), Dios es Santísimo.  Dios es incorruptible, hará lo que es justo siempre, no hay en El sombra de injusticia, de maldad.  Su gran santidad nos indica que es bueno en todo momento y aun más.  Todo cuanto El hace o deja de hacer tiene un propósito bondadoso.  Y su bondad cubre toda la tierra (v.3).  Por lo general, en tiempo de crisis, lo primero que hacemos es dudar de la bondad de Dios.
3. Ante este Dios, tengo que admitir que soy pecador, que no llego a compararme con él en justicia y bondad, y que merezco la muerte. Nada me califica para confrontar a Dios con preguntas a cerca de su bondad y justicia, y mucho menos para exigir que mis caprichos sean concedidos.
4. El mismo hecho de que pueda presentarme ante Dios y tener comunión, me dice que esto es solo posible por su gracia y bondad que encuentro salvación y purificación (v.6).
5. No puedo entrar en comunión ignorando que Dios es Dios de toda criatura y que tiene un propósito de amor para todos. Que fui purificado y salvado para cumplir una misión, por más extraña que esta parezca, y por más fracasada que luzca ante el mundo (vv.8-10)
6. Tener comunión con un Dios eterno, me recuerda que no tengo control sobre el tiempo, sobre la duración de mi vida ni de mi misión en este mundo (v.11). El tiempo es una invención humana, para Dios no hay tiempo, pues El es eterno.  Lo único que interesa es que llevará sus planes a feliz término.
Y así, con la correcta perspectiva de todas las cosas restaurada, volvemos a enfrentarnos a la vida en el día a día, llenos de nuevas fuerzas para continuar creyendo a pesar de todo.
No sé, ninguno de nosotros lo sabe, cómo resultará el año 2011: será un buen año o un mal año.  No me gusta esta categorización, pues el tiempo no es malo o bueno en sí mismo, todo depende de cómo lo midas, todo depende de la perspectiva: todos los días están llenos de nuevas oportunidades, y la inmensurable misericordia de Dios es nueva cada día (Lam 3.23).
Pero ciertamente hablamos de años malos y buenos, de vacas flacas y gordas.  No podemos saberlo, no está en nuestras manos.  Lo que sí podemos hacer, es vivir cada día, y vivir cada día en comunión permanente con Dios para encontrar allí la fuerza para continuar.
Deseo dejarles con una oración que se convirtió en mi oración cotidiana durante la última parte del 2009 y la mayor parte del 2010, y de cuando en cuando la vuelvo a repetir, la vuelvo a hacer mía.  Se la comparto por si pudiera ella ayudarles a poner palabras en sus labios en momentos en los que, en oración, ya no sabes ni qué decir.  Es una oración que recoge, a mi parecer, los conceptos de una oración que te ayuda a refrescar la perspectiva.  La oración la escribió el teólogo estadounidense Reinhold Niebhur, y la primera parte de ella fue tomada prestada por el programa de los Alcohólicos Anónimos, y erróneamente atribuida a San Francisco de Asís.
Dios, concédeme la serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,

el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar

y la sabiduría para conocer la diferencia;

viviendo un día a la vez,
disfrutando un momento a la vez;

aceptando las adversidades como un camino hacia la paz;

aceptando, como lo hiciste tú,
a este mundo pecador tal y como es,
y no como me gustaría que fuera;

creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien
si yo me entrego a Tu voluntad;
de modo que pueda ser
razonablemente feliz en esta vida
e increíblemente feliz Contigo en la siguiente.

Amén.