miércoles, 10 de noviembre de 2010

La verdadera prosperidad


Salmo 73

Milagro

El milagro de la vida
como un chorro de venas
abiertas,
de ríos abiertos,
de cielos ardiendo
en todos los tonos de azul.

La vida en absoluta sencillez
de capullo y mariposa:
un hijo de agua
nace de la piedra
un vuelo de águila
inventa la intensa libertad.

Como quien busca agua
fría y sonora
en el pozo detrás de casa,
poseer apenas lo esencial,
poseer
no el pájaro sino el vuelo
no los peces sino el rumbo del río.

Y todo pueda ser
felicidad y vida.
                                    Roseana Murray[1]



«Poseer apenas lo esencial», así define esta poetiza la felicidad y la vida. Pero esta definición no goza de popularidad en nuestros días. Nadie quiere el «vuelo», sino los pájaros; nadie quiere «el rumbo del río», sino los peces. Y entre más pájaros y peces tengas, mejor. Hoy contemplamos a una sociedad llena de ambición desmedida. Y la iglesia no escapa de esta ambición. Ya casi nadie recita en nuestras iglesias aquellos famosos versículos de Proverbios:

16 Más vale ser pobre y obedecer a Dios
que ser rico y vivir en problemas.
17 Las verduras son mejores que la carne
cuando se comen con amor.
Proverbios 15.16 (TLA)[2]

8 Más vale ser pobre pero honrado,
que ser rico pero tramposo.
Proverbios 16.8 (TLA)


Y cuando algunos no llegan a tener los «pájaros y los peces», se frustran y comienzan a albergar dudas en cuanto al amor y bondad de Dios.  Y se declaran NO FELICES.

Déjame hacerte algunas preguntas: ¿Alguna vez te has sentido como que Dios no te quiere? ¿Habrás en alguna ocasión pensado que Dios no es bueno contigo, que no te trata bien? Quizás en algún momento te has dicho a ti mismo que de nada sirve ser bueno.  ¿Qué te ha hecho pensar así?

Muchas veces estos pensamientos son provocados por una profunda crisis de fe que tiene su origen en la comparación de nuestras vidas con las de aquellos que no aman a Dios, o peor aún, con la de aquellos que dicen amar a Dios y viven en una prosperidad material que levanta la envidia de todos.

Estos pensamientos son reforzados hoy cuando vemos todo el auge que la teología de la prosperidad está teniendo en nuestro medio. La verdad es que en la búsqueda de la prosperidad los cristianos no están solos, sino bien acompañados por miles de personas que están dispuestas a todo con tal de lograrlo. Nuestro país se ha visto impactado por las noticias de corrupción en las altas esferas políticas de nuestro gobierno.  Estas noticias, aunque son de impacto, no nos sorprenden, pues nuestro país ha dejado de lado los valores más nobles e importantes que fueron una norma en la vida de nuestros abuelos. Valores presentes en nuestro himno nacional:


En la lucha tenaz de fecunda labor
que enrojece del hombre la faz,
conquistaron tus hijos –labriegos sencillos—
eterno prestigio, estima y honor.

¡Vivan siempre el trabajo y la paz![3]


Hace mucho tiempo que nuestra sociedad viene cambiando. Se dice que no nos gusta el trabajo arduo, y que nos gusta el dinero fácil. Ya nadie se contenta con lo básico, y los sueños del tico ya no son los que se expresan en la famosa canción popular:

Caña dulce

Caña dulce pa moler
cuando tenga mi casita:
¡Oh, qué suerte tan bonita
que pa mí tendrá que ser!

Cuando apunte el verolís
y yo viva con mi nena,
no tendré ninguna pena
y seré siempre feliz.

Tendré entonces mi casita
y una milpa y buenos güeyes,
y seré como esos reyes
que no envidian ya nadita.

Con mi Dios y mi morena,
caña dulce y buen amor,
esta vida noble y buena
pasaré sin un rencor.[4]


 Y cuando uno escucha entre corredores de la corrupción en ciertos medios llamados cristianos, y por qué no admitirlo, de la corrupción en ciertas iglesias que se autodenominan del Señor, el corazón se llena de dolor, confusión y tentación.

¿Por qué prospera el malo, y arrastra con él a gente del pueblo de Dios? Con profundo dolor he visto a buenos amigos y muchos creyentes dejar las filas de la sana doctrina para ir en pos de la tentadora «prosperidad». La verdad, no alcanzo a comprender el por qué Dios lo permite, pero lo cierto es que toda esa situación me sumerge en una búsqueda por reafirmar mi fe, mi teología y mi identidad cristiana.

Ya hace muchos años, antes de que apareciera esta teología como tal, hubo un salmo que me ayudó a reafirmar mi fe cuando esta se vio cuestionada con la pregunta: ¿por qué al malo le va tan bien, y a mí no? Hoy he vuelto a él en busca de afirmación; bueno, para ser exacto, busqué el viejo sermón que había hecho basado en él, pero por suerte no lo encontré, a pesar de que hacía unos días lo había visto por allí. Digo por suerte porque eso me obligó a volver a estudiarlo con más calma y a ver detalles que antes habían escapado a mis ojos.

El Salmo 73 nos dice que la felicidad o el bien tienen su origen en la certeza de la presencia de Dios en medio del temor y el sufrimiento, y está muy lejos de lo que hoy muchos entienden como prosperidad material o éxito.

Estar bien significa vivir en absoluta dependencia de Dios, haciendo de nuestra relación personal con Dios nuestro refugio (Salmos 2:12; 73:28). Significa renunciar a la búsqueda de la felicidad en uno mismo. Tal como el Salmo lo indica, el bien supremo es disfrutar de la presencia de Dios (v. 28). Es llegar al punto en el que se puede cantar con absoluta certeza las estrofas del Himno 330 de nuestro himnario bautista:

Ya venga la prueba o me tiente Satán,
No amenguan mi fe ni mi amor;
Pues Cristo comprende mis luchas, mi afán
Y su sangre vertió en mi favor.

La fe tornaráse en gran realidad
Al irse la niebla veloz;
Desciende Jesús con su gran majestad,
¡Aleluya! Estoy bien con mi Dios.[5]


El mensaje del Salmo 73 tuvo especial relevancia durante los años posteriores al exilio, cuando el pueblo reducido a la esclavitud no entendía su suerte y se veía tentado a claudicar para ir en pos de la prosperidad que ofrecían los dioses babilónicos. El ejemplo de Asaf serviría de modelo para todo un pueblo que vivía confrontado con la prosperidad de los malvados.

Una lectura detenida y cuidadosa nos mostrará que este salmo tiene una estructura concéntrica, es decir, su mensaje o punto de giro está en el centro. En el centro de este salmo vemos como el salmista sufre una transformación radical en su perspectiva de las cosas. Es claro que el salmo se divide en tres secciones, las cuales están marcadas por la partícula hebrea ‘ak, que se traduce como «ciertamente». Esta partícula se encuentra en el versículo 1, 13 y 18. En la versión de Reina-Valera, revisión de 1995, esto no se aprecia bien porque en el versículo 13 la traducción que hicieran de la misma partícula en el versículo 1 la cambian por «verdaderamente». También causa sorpresa que en esta versión traducen la expresión ki hine del versículo 27 como «ciertamente». No es un error de traducción estrictamente hablando, pues semánticamente las dos expresiones son sinónimas, pero habría sido mejor traducir la expresión del versículo 27 como «verdaderamente», y la del versículo 13 como «ciertamente», pues de esta manera el lector se percataría de la estructura más fácilmente. Aclarado esto, sigamos con la estructura del salmo. Las tres secciones tienen además una métrica que viene a reforzar la idea de una estructura concéntrica, y nos permiten bosquejar el salmo de la siguiente manera:

I.              El problema (vv. 1-12; compuesto de 12 líneas poéticas en el hebreo)
1.    la crisis del salmista (vv. 1-3; 3 líneas poéticas)
2.    la prosperidad del impío (vv. 4-12; 9 líneas poéticas)
II.            Punto de cambio (vv. 13-17; 5 líneas poéticas)
III.           Solución del problema (vv. 18-28; 12 líneas poéticas)
1.    la crisis del impío (vv. 18-20; 3 líneas poéticas)
2.    la prosperidad del salmista (vv. 21-28; 9 líneas poéticas)

En los primeros tres versículos el salmista presenta el problema de una manera muy contrastante. Abre la sección con un dicho o estribillo que probablemente fue muy conocido y usado en Israel: Dios es bueno con los israelitas de limpia conciencia. Recuerdo que hace unos años, cuando nos visitaron unos hermanos de una iglesia de Estados Unidos, para ayudarnos en un proyecto de construcción, nos regalaron una frase que era un lema en su iglesia, y que desde entonces nosotros acuñamos como propio en la nuestra: Dios es bueno en todo momento y aún más (God is good all the time and then some).  Esta frase se repite mucho en esa iglesia, y yo la repito siempre, cada día, aunque ahora estoy en otra iglesia. Sí, Dios es bueno. Pero al igual que el salmista, algunas veces dudamos de la veracidad de esa frase. Por supuesto, el problema no está en Dios, sino en lo que nosotros entendemos por «bueno», tov. Esta palabra nos habla de lo que es la bondad, el bien. Para el salmista, en un principio, Dios sería realmente bueno si le diera una prosperidad semejante a la de los impíos, y justamente allí es donde casi termina por caer. Su fe en la bondad de Dios entró en crisis cuando se comparó con los impíos.

En los versos del 4 al 12, el salmista nos describe cómo valoraba él la vida del impío, tratando de enfatizar el hecho de que a pesar de llevar un estilo de vida de arrogancia y opresión (vv. 6, 8 y 9) parecen vivir en la impunidad (vv. 4-5, 7, 9, 12).  Esto no ha cambiado mucho en nuestros días, el patrón parece seguir siendo el mismo: son gente que viste prendas muy finas o de marcas de renombre, que lucen mucho oro en sus cuellos, muñecas y dedos, que viven comiendo en los mejores restaurantes y habitando lujosas mansiones. Sus automóviles son siempre del año y de marca europea. Su vocabulario está lleno de mentira y blasfemia, y parecen tener un poder ilimitado.

La parte más dolorosa del análisis surge del versículo 10, el cual presenta dificultades para ser traducido con exactitud. Literalmente, el hebreo podría leerse así: Por eso su pueblo se convierte en este punto. En esta frase se encuentra una palabra hebrea teológicamente importante, shub, volverse, convertirse. Es la palabra que se usa para hablar de la conversión de la persona, del cambio de actitud o de dirección. Lo que inferimos es que el impío atrae a gente del pueblo de Dios hasta convertirla en seguidora de su estilo de vida, y llegar a disfrutar de las recompensas descritas en los versículos 4-5 y 7 (la nota que aparece en la RVR95 dice: Otra posible traducción: Por eso mi pueblo se vuelve hacia ellos y bebe sus aguas a raudales). La regresión es tan severa que se unen a los impíos en su abierta confesión de impunidad: Dios ni se da cuenta (v. 11). 

¡Que dolor tan grande! Me duele ver a muchos de mis amigos y hermanos, excolegas y excompañeros de seminario convirtiéndose al nuevo estilo de la vida próspera. Y a la verdad, prosperan, sí prosperan. Cambian de barrio a condominio, de carro a coche, el color de sus tarjetas de crédito cambia de color, se llenan de anillos, pulseras y cadenas, frecuentan los mejores restaurantes, las «mejores» iglesias, y se codean con los grandes. Uno de estos amigos que con dolor he visto partir, ha dicho que él es tan fiel que Dios le concede hasta el más mínimo de sus caprichos. El salmista no nos dice de dónde surgen esas aguas a raudales que ahora disfrutan, pero una cosa se afirma categóricamente: NO VIENEN DE DIOS.

Llegamos al versículo 13, donde el salmista vuelve a emplear la frase «ciertamente». Pareciera decirnos: «en mi pueblo se repite una y otra vez la frase  “ciertamente Dios es bueno”, pero cuando uno ve cómo viven los impíos, llega a otra conclusión: “ciertamente de nada sirve ser bueno”». Aquí se usa la frase riq, en vano, inútil, vacío) en contraste con tov, bueno; vv. 1 y 28.  Para el salmista no tenía sentido seguir siendo fiel y entró en crisis (vv. 2-3). Mientras que el impío «no es azotado» (v. 5), él era «azotado todo el día» (v. 14).

¿Qué lo hizo cambiar o resistir a la tentación de convertirse en un seguidor más de la prosperidad? El salmista buscó a Dios y conversó con él. Hasta ahora en el Salmo, el autor no se había dirigido a Dios. Su encuentro con Dios lo ayudó a encontrarse a sí mismo, reafirmando su identidad y fe en su pertenencia a la familia de Dios.

El salmista entró en una profunda meditación: «Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí». Algo lo perturbaba, algo le decía que lo que estaba a punto de hacer no estaba bien. Si se convertía a la prosperidad, se convertiría en un traidor de la familia de Dios. Engañaría a sus hermanos y los haría dudar también.  Finalmente su sentido de identidad como persona perteneciente al pueblo de Dios le ayudó a salir de su crisis. Fue así que luego en adoración todo cobró sentido (v. 17). Cuando el salmista se sintió en la presencia de su Dios se le aclaró el entendimiento: él era el hombre más rico del mundo; tenía a Dios y eso le daba seguridad.

Es aquí donde se da su transformación. Nótese que hablamos de la transformación del salmista, no de sus circunstancias.  En un principio sintió que se deslizaban sus pies, que estaba en terreno resbaladizo (vv. 1-3) y el impío tenía seguridad (vv. 4-12), ahora el impío pisaba terreno resbaloso (vv. 18-20) y el salmista estaba seguro (vv. 21-28). Se dio una transformación del entendimiento, no de sus circunstancias.

Ahora el salmista se daba cuenta de que la aparente prosperidad del impío no era verdadera, sino ilusoria como un sueño. Era un mundo basado en las apariencias. Antes el salmista envidió el shalom, paz, prosperidad; (v. 3) del impío, pero ahora comprendía que su aparente prosperidad no era verdadera, y descubre una paz y prosperidad no como el mundo la da (Juan 14.27). Esa paz tiene su fundamento en la certeza de la presencia de su Dios en la vida: «yo siempre estuve contigo» (v. 23); lit. «y contigo no deseo nada más en la tierra» v. 25).

Es importante notar que el salmista ahora reconoce que Dios es su jalak;; su porción. Esta palabra se usa en el Antiguo Testamento para referirse a la porción de tierra que recibiría cada israelita al llegar a la tierra prometida, y llegó así a ser símbolo de vida y futuro. Ahora que ha comprendido que posee la porción más importante: a Dios mismo (véase Números 18:20; Salmo 119:57; Lamentaciones 3:24), entiende cuál es la verdadera prosperidad. Él sabe que su carne y corazón pueden desfallecer, pero en su corazón hay una presencia firme como una roca: la presencia eterna de su Dios.

En los dos últimos versículos, 27 y 28, el salmista nos revela de manera más clara lo que es la verdadera prosperidad. La muerte es esencialmente verse separado de Dios. Si te alejas de Dios y sus mandamientos sólo encontrarás muerte. La frase «en cuanto a mí», en el verso 28, hace eco del verso 2, en donde el salmista daba cuenta de su terrible crisis; mientras que la repetición de la palabra «bueno» o «bien» (en el hebreo es la misma palabra), nos lleva al versículo 1. Esto hace que el marco se cierre y nos complete la estructura concéntrica. El salmista ha dejado en claro lo que realmente significa la frase «Dios es bueno para con Israel».

Que Dios es bueno no tiene nada que ver con la prosperidad material y la vida fácil del impío. La esencia de la bondad de Dios en la vida del creyente es estar cerca de él (Deuteronomio 4:7; Salmo 75:1; 145:18), para que sea nuestro refugio (Salmo 46:1). El salmista conoce ahora la verdad, y la verdad lo ha hecho libre para anunciar todas sus obras (v. 28c).
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Quiero terminar citando al Eclesiastés:

La vida es difícil de entender
9 Me he dedicado a tratar de entender todo lo que se hace en esta vida, y he visto casos en que unos dominan a otros, pero que al final todos salen perjudicados. 10 También he visto que sepultan con honores a gente malvada, y que a la gente buena ni en su propio pueblo la recuerdan. ¡Y esto tampoco tiene sentido! 11 Cuando al malvado no se le castiga en seguida, la gente piensa que puede seguir haciendo lo malo. 12-13 Tal vez haya gente malvada que peque y vuelva a pecar, y viva muchos años, pero yo sé que no les irá bien ni vivirán mucho tiempo. Pasarán por la vida como una sombra, porque no respetan a Dios. En cambio, a quienes aman y obedecen a Dios les irá mejor.
Eclesiastés 8.9-13 (TLA)


José Soto Villegas
01 de octubre del 2004


[1] Tomado del libro Un Dios para el 2000, de Juan Arias, Editorial Desclée, página 37.
[2] Biblia Traducción Lenguaje Actual, de las Sociedades Bíblicas Unidas
[3] Segunda estrofa y última línea del Himno Nacional de Costa Rica, escrito por José María Zeledón
[4] Caña Dulce, canción popular de Costa Rica, escrita por J. J. Salas Pérez
[5] Del Himno 330 del Himnario Bautista de Casa Bautista de Publicaciones.

viernes, 5 de noviembre de 2010

GRACIAS-DAR




Noviembre, un mes en el que Estados Unidos dedica un día en especial para celebrar el Thanksgiving. Y aunque estamos en Costa Rica y tal día no está en nuestro calendario, la verdad es que me encanta la idea.

Lo que de inmediato salta a mi mente cuando pienso en esto de dar gracias, es a quien agradecemos.  Por lo general, damos gracias a la persona que nos ha hecho un bien o nos ha tratado con amabilidad.  Sin embargo, muchos, cuando no encuentran a quien dar gracias buscan una figura impersonal: gracias a la vida, gracias a la suerte, gracias al karma, gracias a mi inteligencia, a mi esfuerzo, a mi duro trabajo, etc.

En mi caso prefiero la forma personal, y cuando se trata de dar gracias por todo aquello que inmerecidamente he recibido mis ojos se vuelven a Dios como el origen ultimo de todas las cosas.

La manera en que la palabra Thanksgiving tradicionalmente se traduce al español, Día de Acción de Gracias, señala para mi un lado muy importante de la gratitud, y es que la mejor manera de dar gracias es con otra acción a favor de otra persona.  Cuando se trata de dar gracias solo hay una palabra: Gracias; pero hay mil maneras distintas de expresarla.  Encuentro que la mejor expresión de la gratitud es extender nuestra mano al que más lo necesita, para hacer una diferencia en esa vida.

Mildred Hondorff, maestra de música de la escuela primaria de Des Moines, Iowa, cuenta de una experiencia que transformó su vida la cual vivió con uno de sus alumnos.  Para redondear su salario ella le dio clases de piano a un alumno llamado Robby, que resultó ser todo un «desafío».
 
Ella realmente no quería darle lecciones porque él tenía once años y a ella le gustaba comenzar con los alumnos a una edad más joven.  Pero como él le dijo que el sueño de su madre siempre había sido oírlo tocar, ella aceptó tenerlo como estudiante.  Por mucho que lo intentara, a Robby le faltaba oído y el ritmo básico necesarios para tener éxito; Mildred pensó que no tenía esperanzas y todo esfuerzo era en vano.

No obstante, durante varios meses él practicó sus lecciones responsablemente, mientras ella escuchaba, se encogía y trataba de animarlo.  Al final de cada lección él siempre decía: «Un día de estos mi mamá va a oírme tocar».   Pero aquello parecía imposible dado que él no tenía ninguna habilidad innata.

Mildred sólo conoció a su madre a la distancia cuando ella dejaba a Robby o lo esperaba en su viejo automóvil para recogerlo.  Ella siempre sonreía y saludaba con su mano, pero nunca se detuvo a conversar.  Entonces un día Robby dejó de llegar a las lecciones. Mildred pensó en llamarlo, pero asumió que debido a su falta de habilidad él se había dedicado a otra cosa.  Ella se alegró de que él dejara de venir porque era mala propaganda para su escuela.   

Tiempo después ella hizo circular volantes anunciando un recital.  Para su sorpresa, Robby le pidió que lo dejara participar del recital.  Ella le dijo que había abandonado las clases y que por tanto no calificaba.  Él le explicó que su mamá había estado enferma y le había sido imposible llevarlo a las clases, pero que había estado practicando.  «¡Por favor, Srta. Hondorf –suplicó él— yo tengo que tocar!»   Para no hacerles largo el cuento, algo dentro de ella la movió hacia aquel muchacho de una manera especial.
 
En contra de su propio criterio, ella le permitió tocar en el recital.  La noche del mismo, el gimnasio de la escuela secundaria estaba a reventar. Ella puso a Robby de último en el programa, pensando que cualquier bochorno se lo pasarían por alto si fuera al final.  Finalmente Robby subió al escenario, su ropa estaba arrugada y su pelo era un enredo.  Ella se preguntó por qué su madre no lo había vestido apropiadamente para la ocasión.  La gran sorpresa vino cuando Robby anunció que había escogido el Concierto #21 en Do mayor de Mozart. Ella no estaba preparada para lo que escucharía a continuación.
 
Los dedos de Robby volaban suavemente por el teclado… Mildred nunca había oído tocar a Mozart tan bien por alguien de su edad.

Después de seis minutos y medio él terminó de tocar en un gran crescendo, y todos los presentes estaban de pie atónitos por la sorpresa.  Cuando Mildred se recuperó del shock, y aún con lágrimas en los ojos, corrió al escenario y lo abrazó. «Nunca te había oído tocar así, Robby. ¿Cómo lo hiciste?
»  Al micrófono, Robby explicó:  «Verá, Srta. Hondorf, ¿recuerda que yo le dije que mi mamá estaba enferma?  Pues bien, ella tenía cáncer y falleció esta mañana. Ella nació sorda, y esta noche fue la primera vez que ella me oyó tocar, yo quería que fuese especial». 

No había un solo ojo seco en aquel lugar.  Mildred no pudo evitar pensar en cuánto más rica su vida se había vuelto por él sólo hecho de querer hacer una diferencia en la vida de Robby.   Ella extendió su mano y se arriesgó para ayudar a un necesitado y sufrido niño. Esa noche ella dijo que él se había convertido en el maestro, por cuanto le enseñó el significado del amor y la importancia de tender una mano a otros y de ministrarlos de manera especial.

Esta experiencia se volvió aun más significativa cuando supo que después de servir como soldado en la guerra Tormenta del Desierto, Robby murió en el atentado terrorista del Edificio Federal Alfred Murrah en la Ciudad de Oklahoma en abril de 1995.

La vida es dura.  Dolor, heridas, soledad, vacío, rechazo, enfermedad y un gran ejército de otras realidades desagradables definen mucho de lo que es la vida en estos días.  Y es por eso que se vuelve sumamente necesario que tendamos una mano y toquemos una vida.  

Todos nosotros llevamos dentro el poder para hacer una diferencia significante en las vidas de otros, tal como hizo Mildred Hondorff. ¡Dios espera que nosotros lo hagamos!  Su plan… su propósito eterno es ayudar al herido, al cansado… al que sufre.

Y sabes dónde encontramos el poder para cumplir con tan grande e importante tarea.  En la GRATITUD.  La gratitud hará que tu mano se extienda hacia otros y eso hará una diferencia en sus vidas.

Hoy muchos costarricenses están sufriendo gran pérdida material y personal debido a las fuertes lluvias.  Se han quedado sin nada y han perdido a seres queridos.  Es una excelente oportunidad de mostrar GRATITUD, de extender una mano hermana.  Puedes hacer donaciones, puedes ayudar a tus vecinos si estas en una área afectada, puedes tomarte un momento y elevar una oración al Creador.

Jose Armando Soto
HP IPG-AIO  05/11/2010